Lágrimas de mujer

Puntos de vista 17 Diciembre 2012 

 PIENSO Y ESCRIBO
 Iranna Flaviá Luciano


Muchos enigmas han quedado sin resolver por muchas generaciones
en el mundo. Uno de ellos es el misterio que encierran las lágrimas de mujer.

Las mujeres llegan a ser enigmáticas por su actuación polifacética, indescifrable,
 multifactorial, y lejos de lo predecible.

Si quieres conocer al viento, mejor no lo persigas; permite que te rodee.
Todo aquello que es predecible puede ser desarmado de lo impredecible, si
acaso armar un rompecabezas.

Así como en los árboles todo lo que muestra no es todo su esplendor, no
todo lo que oculta es lo que tiene.

Las lágrimas han existido desde los tiempos como muestra irrefutable de
un sentimiento que llegó a un estado maduro o inesperado.

Salen al exterior en muchas ocasiones sin ser llamadas; emergen como el
humo de un vehículo en combustión.

Ellas forman parte de todo el ser humano, aunque tienen aroma de mujer.

En una mujer una lágrima es la transformación de la materia; para el hombre,
la traducción del desapego a un objeto.

Mucho se ha debatido sobre la importancia de mostrar los sentimientos tal
cual ocurren, en tiempos en donde hasta la presión arterial se quiere controlar.

Siempre será más fuerte aquel que enseña las cicatrices que sufrió en el campo
de  batalla, y más humano aquel que deja al natural que su cuerpo se exprese.

Hubo un término que en una oportunidad llamó mi atención. Fue el término lágrimas
negras.

Lo escuché primero en una canción, pero no logré encontrarle la lógica a
su  tipificación, por lo que investigué.

No entendía como una lágrima de cristalina tomara color. Más tarde entendí
 el uso, cuando se referían al color que tomaba al correrse el maquillaje.

A partir de ese momento entendí que muchos misterios seguirán sin resolverse.

Detrás del llanto de una mujer quedó uno resuelto. Las lágrimas, antes de tomar
color, fueron transparentes.

Intolerancia ante la inseguridad ciudadana

Puntos de vista 2 Diciembre 2012
 
PIENSO Y ESCRIBO
 
Iranna Flaviá Luciano
Muchos motivos hacen que de la tolerancia se diga hasta aquí llegó el límite.

En toda nación la paz y la tranquilidad crean el ambiente armónico que se respira,
y generan el síntoma de confianza.

Para transitar en nuestras calles necesitamos de la confianza, ese ingrediente que te
anima a despertarte y a valorar todos los días como grandes días.

Un país dentro de lo elemental debe brindarle garantías a sus ciudadanos. Existen
muchas categorías, pero la principal es la de su seguridad.

Recientemente, fuimos testigos por la prensa del suceso de la ingeniera Francina
Hungría.

Antes de adentrarme en la noticia, lo primero que vi fue su fotografía; un rostro
lleno de luz y de alegría.

Luego, observé los videos que se difundieron en los medios, del momento
exacto en que ocurrió el hecho.

Fue impactante ver como a pleno día seres muy seguros de si mismos tomaban
las calles.

Despojaban a una mujer de su vehículo, y sin ella hacer ninguna resistencia,
ni tener condiciones para defenderse de dos hombres, la tirotean en la cara.

Esa joven ingeniera gracias a la ayuda de seres admirables, pudo sobrevivir
al embate de la muerte, pero no puede ver, y sangra constantemente.

Que tristeza fue escuchar lo que le dijo a su madre : Mami, mami, me tocó a mi,
como si el destino así la sentenciaba.

Todo ciudadano ante atropellos de esta naturaleza, no puede quedarse sólo
observando de lejos.

Deben exigir respuestas y justicia para que estos hechos no se repitan,
ni queden impunes.

A dónde llegaremos si no logramos hacer del dolor ajeno el nuestro? qué
pasará si como a ella a otros le tocara la misma circunstancia?

El mal llega hasta donde el bien se lo permite, hay hechos que son irreparables.
Ante estos un alto es suficiente. Para comunicarse con el autor