República Dominicana es un país que acoge a
todas las
culturas.
Por muy lejanas que puedan encontrarse otras naciones,
la
información llega muchas veces sin pasar desapercibida.
El dominicano(a) se caracteriza por ser muy observador,
y en su afán
por salir hacia delante, presta atención a lo
que los demás hacen para
superarse.
Ser esponja no escapa de ningún género ni edad, algunos
ven,
asimilan y asumen el objeto de su interés sin
cuestionamientos.
Las infl uencias siempre han existido, ser aceptado(a) es una
condición que agrada a todos, y en muchos representa estabilidad
emocional.
Toda situación bien manejada y dentro de sus límites,
puede pasar
por normal y hasta común; aquello que se excede,
se traduce como afán.
Entre las mujeres existe una guerra silenciosa que pasa
imperceptible ante los ojos de los hombres; aun cuando dicen no
suicidar su
clase, siempre están en competencia.
Algunos modelos de otros países que pertenecen a un sistema
contemplan tipos de cuerpos y volúmenes, que poco a poco se
han ido instaurando
en nuestro país.
¿Es tuyo? Es una pregunta casual con un propósito, que
responde a
una curiosidad de si tienes un pelo largo,
o un cuerpo con buenas medidas, o
labios carnosos a lo
propio.
Resulta increíble ver cómo cambian los tiempos, y percatarse
de que
ser natural es poco creíble.
Muchas mujeres se han generado una necesidad imperiosa
por lucir
bellas, no importa a qué precio, lo que hace que
tomen decisiones límites.
Le ganan la batalla la autocrítica, la comparación, y el
no
aceptarse a sí misma como Dios manda.
Al hacerlo ponen en riesgo su vida, sin antes cuestionarse
¿qué es
lo que quieren lograr? ¿y si más tarde internamente
no le pasará factura el
perder su identidad?
La originalidad siempre será apreciada, el físico pasa.
Pienso y luego escribo que existe una realidad en la vida:
toda
mujer puede embellecerse sin riesgos.