De juramentos y lo comercial


PIENSO Y ESCRIBO
   
 
Iranna Flaviá Luciano
No hay nada que entienda que puede parecerse más a Dios que
un hombre de ciencia.

El talento, en cualquiera de las dimensiones que le sea otorgado
a un simple mortal, es tomado por muchos como un recurso para
imponerse.

Muchas personas caminan por el mundo y se van de él, sin
entender su condición finita terrenal: la de servir y luego servirse.

En todo juramento, como en todo aquello que hacemos de
manera voluntaria, el referente es aquello a lo que nos comprometemos.

Particularmente, el juramento hipocrático llama a la conciencia
y al compromiso.

Es basado en la razón y en la gran responsabilidad que
representa una vida humana.

Tomamos las cosas de manera comercial, cuando nos
servimos de un producto o persona.

Desde que soy habitante de esta tierra; no he tenido la experiencia
de ver el primer humano capaz de vencer la barrera de la edad,
de las enfermedades, del hambre, y del frío.

Dios a diferencia de nosotros, no necesita de nuestra aprobación,
ni demostrar que es el único capaz de lograrlo todo.

Paradójicamente, todo el que tiene lujos o sobrevive, necesariamente
depende de alguna actividad adicional a limitarse a vivir.

Resulta penoso toparse con individuos a los que pagamos nuestro
dinero envueltos en su propio ego, jactándose de aquel libro que no
escribieron, o de aquel medicamento que no es su patente.

Me preguntaba hacia dónde se había marchado la sensibilidad
de algunos.

Luego medité sobre cuál era la publicidad más implacable, y
descubrí que es la publicidad de boca a boca.

Entre juramentos y lo comercial, nuestro comportamiento es el que
crea nuestra reputación.

Dolly



http://www.listindiario.com/puntos-de-vista/2013/6/2/279191/Dolly
Iranna Flaviá Luciano
Dolly es una historia de supervivencia que me animo a contar.

El nombre surgió cuando nombré así a una pichón de paloma, que cayó en la explanada de mi piso hace 4 semanas.

Antes de iniciar esta historia, quiero declararme una apasionada de la naturaleza en cualquiera de sus manifestaciones.

La primera vez que vi a Dolly, fue una tarde de viernes, cuando se encontraba acompañada de otro pichoncito.

Lo primero que llamó mi atención, fue ver la fraternidad entre esas dos aves, cosa que no imaginaba en el reino animal.

Desde mi ventana, y encontrándose fuera de mi alcance, la observaba frágil, cosa que entendía se debía a su reciente nacimiento.

Al otro día en la tarde, noté que aún estaba en el mismo lugar, su hermanito hacía contacto visual conmigo, como quien encomienda algo.

No tenía formas de llegar a ella, el lugar donde se encontraba me impedía llegar.

Lo que si podía era lanzarle pedazos de pan, aunque venían las otras palomas y lo tomaban todo.

Ese día me di cuenta de que Dolly estaba incapacitada, al parecer una fuerte caída afectó su pata izquierda.

Se fue el fin de semana, y con el voló el otro pichón. Ya Dolly estaba sola, y llovía.

Llegó el lunes, y alguien se ofreció a llegar hasta ella para llevarle agua y comida. Comenzó a hidratarse, y a recobrar el brillo en sus ojos.

Abría lentamente sus alas como pavo real, comenzó a dar sus primeros pasos y a aprender del equilibrio.

Ya han pasado 2 semanas desde el primer encuentro con Dolly; crece rápidamente.

Se va en las noches, y en la madrugada me encuentro con sus ojos frente a mi ventana.

Ya puede ir y venir, volar y caminar como un ave normal.

No sé por qué tiempo más disfrutaré de ver esta avecilla de plumas blancas y marrones, lo cierto es que nunca olvidaré ver su vuelo alejado del miedo, en ruta a la luz.