Iranna Flaviá Luciano
Recientemente escuché una frase
que difícilmente abandone
mi diario vivir ¨La
vida es simple,
toma decisiones
y nunca mires hacia atrás¨
En el recorrido de nuestra existencia,
nos componemos
por decisiones que
tomamos
a cada segundo; éstas son
las que dirigirán el curso de nuestros
días.
Para tomar decisiones, se necesita
de un alto nivel de
madurez mental, y de
una dosis
justa de coraje; aquella
que corre por las venas de aquellos
que
utilizan este beneficio.
Antes de tomar una decisión,
existen previamente
tiempos, que sirven para
analizar
un asunto en particular.
Luego de pensado, posteriormente
se procede a dar el paso
hacia delante, como
también
puede ser hacia atrás.
En las decisiones no existen
los puntos intermedios,
ni tibios, ni
claroscuros.
En ellas habita la necesidad
imperiosa de elegir el
camino de la
conveniencia.
La ambivalencia es un aspecto
de la duda,
que sólo se obtiene el beneficio
antes de tomar una decisión.
Estar bien con todo el mundo,
andarse con cofradías,
compromete el grado de
seguridad
y de confiabilidad
con que nos manejamos.
Las decisiones cumplen con el
sólo fin de que están
hechas para tomarlas,
y
destinadas para vivir una vida
de calidad;
ésta es la gracia que nos distingue
de los demás seres vivientes.
Aquellos que deciden, utilizan el
privilegio de lo
personal, una iniciativa
que será
única e imperecedera
en el tiempo.
Ni los diálogos, ni las negociaciones,
ni el lugar para
las cuestionantes,
ocupan espacio
en un caso cerrado,
y con resultados que no se pueden
alterar.
Opiniones a favor y en contra
se encontrarán de todo
tipo, la mayoría vendrán
de aquellos
que sólo disfrutan
con llevar la contraria y hacerse de
complacer, y
otras
en respeto a la voluntad tomada.
Pienso y luego escribo: Si como
seres humanos
la ambivalencia nublara
nuestros días,
hasta para
respirar dudáramos, y por perder un
segundo, se
marcharía el aliento de vida.
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