Qué hablar, qué decir?

El lenguaje es la manera más casual para emplear lo que decimos.

Hablar y decir, son palabras con significados similares, que
contienen en sus extremos ejes equidistantes entre si.

El hablar en la mujer se ejerce de manera natural,
y su comportamiento adquiere la connotación de necesario.

El diálogo en el género masculino, es el canal más
primitivo para expresar sus necesidades, que con el
tiempo evoluciona, generando más producción de palabras.

Una mujer despierta sabe y reconoce que cuando un hombre
habla, es importante prestar atención y escucharlo; 
y en aquello que diga tomarle la palabra.

Cuando una dama se expresa, esto emerge como resultado
del estrógeno que produce su organismo, lo que le sirve
para sociabilizar, y descubrirse en la plática.

Cuando decimos algo, se imprime la razón y el carácter
en aquello que se pronuncia; el objetivo fundamental,
es que el sonido que se emplea se entienda y tome su ruta.

La prudencia en todo diálogo es el factor fundamental
 a tomar en cuenta. Una persona prudente examina
previamente el momento, y si las condiciones son favorables.

El ser humano que habla mucho, no cuenta con el
respaldo del beneficio de la duda; es un libro abierto
 del que se pueden desfragmentar todos sus párrafos.

Ignora que cuando se aguarda para escuchar, se gana
el tiempo necesario para contestar responsablemente.

Cuando se es prudente, no se reacciona a toda pregunta,
ni a toda provocación, ni se calla para otorgar.

El prudente maneja el dato de que aquello que es de
viento, muchas veces no se lo lleva.

Existe un sentido que es el mayor de todos, el común,
que es utilizado por personas de neuronas bien colocadas.

Pienso y luego escribo: Entre la valentía y la cobardía se
 disputan el hablar y el decir; en el ojo del huracán el
silencio, ese que a veces no evita los efectos colaterales.

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