Más allá del bien y del mal existen dos potentes sentimientos que luchan por imponerse en la vida del ser humano: El amor y el odio.
Juzgar continuamente ha sido una ligereza de los habitantes del mundo imperfecto, cuando resulta casi imposible medir el producto de la decisión que afectó a un tercero.Para evitar malinterpretaciones debemos procurar manejar de la mejor manera posible la forma de todo nuestro proceder.
Si somos capaces de proyectarnos a nosotros mismos en los diferentes escenarios, podríamos predecir cual sería el desenlace de muchas situaciones.
Cuando observamos la trayectoria de aquel que ha actuado con el bien, parecería que la presencia de esa persona es imprescindible en todo momento.
Si por otro lado somos testigos del comportamiento de una persona egoísta y ofensiva, podemos darnos cuenta de que el rechazo parece apoderarse de todo aquel que le rodea.
Nuestra conducta social es la única que nos permite acercarnos a las personas, es nuestro yo mejorado al servicio de los demás.El yo privado siempre se encuentra en plena construcción, intentar mostrarlo en determinado momento siempre será el resultado de lo que se entiende del pasado.
Un ser humano adaptado evita las palabras hirientes y con doble sentido, mira empáticamente, oye sin interrumpir con sus razones, apela a su verdad.
Sus ideas aunque brillantes se traducen en humildes, y logran su impacto porque no se imponen, se quedan en la casa de aquel que por voluntad las acoge.
Ser querido es algo más que lograr popularidad, es una retroalimentación que nos da el planeta cuando sentimos que las cosas marchan como deben.Más allá del bien y del mal existe el cielo y la tierra.
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