Artículo de opinión publicado en Listín Diario en fecha 28/1/2012
Los humanos fueron creados para valerse de la herramienta de la comunicación. Ésta será siempre indispensable para expresar sus necesidades.
Para emitir y recibir mensajes el cerebro se vale de elementos ya creados, que decodifica en palabras, y que a su vez contribuyen al desarrollo del lenguaje.
Las informaciones son manejadas por el cerebro como acciones que ya fueron concretizadas o están en proceso de ser reales.
Éstas se encuentran en constante deliberación, aunque las consensuadas poseen patrones generales muy específi cos.
Las emociones entran en juego en momentos en que se integran al pensamiento las informaciones, actuando como respuesta a un estímulo.
Mayormente desencadenan en asombro, alegría o miedo. El miedo surge como un mecanismo de defensa del cuerpo ante la impotencia.
Cada persona reacciona de manera diferente ante el miedo, éste no valora el momento, es acción desatada o parálisis.
La información viene a contribuir en la vida de las personas convirtiéndoles en seres humanos más aptos. Llega a nosotros por diferentes vías; de primera o de segunda mano, con o sin conocimiento de causa.
La crisis es una condición que se genera de manera predecible o impredecible cuando alguna variable en el tiempo se sale de control.
Una de ellas es la que se provoca a posterior de un desastre natural.
Resulta paradójico ver personas que contando con toda la tecnología para estar prevenidos, no toman conciencia de las amenazas.
Toda enfermedad por benigna o degenerativa que sea muestra sus síntomas; esto llama a los posibles afectados a ir al encuentro de la cura.
Nunca será igual estar preparados ante el temor, que organizarse en medio del caos.
El siglo XXI podríamos bautizarlo como el siglo más influyente de intercambio de información.
Los ojos son para ver, los oídos para oír y la mente para abrirse. Estar informados es sinónimo de supervivencia.
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