Seguridad agonizante

Iranna Flaviá Luciano

No importa el lugar ni la hora, los dominicanos ante el avance de la delincuencia en nuestras calles se encuentran expuestos e indefensos.

La seguridad ciudadana que todos necesitamos, corre el peligro de caer en un estado de agonía casi irreversible, con un grave cuadro clínico de escepticismo.

Muchos civiles han utilizado el recurso de la delincuencia como medio para obtener dinero fácil, logrando contaminar casi todas las esferas de nuestra sociedad.

Resulta contradictorio ante el riesgo que representa llevar a cabo estos fines, observar como se incrementa el número de personas que se dejan seducir hacia cometer estos actos. Casi a diario es de conocimiento público las muertes que cobra llevar a cabo estas acciones.

Cuando hay intereses de por medio, es imposible creer que en ese mundo existen garantías. La traición y la envidia acecha a aquellos que han logrado escalar por encima de los demás. Por esa razón, el mismo medio en que se desenvuelven estas personas es su propio carcelero.

El estado complicado de distorsión, donde se pretende escapar de la realidad y la equivocación recurrente, son algunas de las espinas que forman parte del perfil psicológico del delincuente.

El llamado a todos los dominicanos es a abrir los ojos ante esta situación y a auto-protegerse. En la circunstancia en la que nos encontramos y sin conocer las intensiones, resulta muy peligroso confiar en desconocidos.

En medio de este desenfreno basta con actuar en consecuencia a tiempo, antes de que el problema se convierta en uno de mayor envergadura. La delincuencia aún siendo una enfermedad terminal puede tratarse, podemos lograr una mejoría de vida.

Si buscamos con ojo clínico nos encontraremos rodeados de muchas personas que solo conciben su tranquilidad bajo la condición de llevar una vida pulcra y sin cuestionamientos.

Vale la pena luchar por obtener el beneficio de estar seguros. Cruzarse de brazos impotentes ante la situación nunca ha sido la solución al problema. Debemos estar alertas para impedir que la corriente del río nos arrastre en nuestra buena fe.

Somos más los que amamos nuestro país.



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